Es cierto que en los últimos años se viene observando una crítica feroz hacia las actuaciones de los españoles en la conquista de América. Entiendo que algunas de esas críticas vienen afectadas por la famosa leyenda negra, campaña propagandística orquestada, fundamentalmente, por Guillermo de Orange contra España durante la guerra de Flandes, y perfectamente aprovechada por las potencias rivales para justificar los actos de piratería que se venían realizando contra las posesiones y buques españoles.

Es evidente que la famosa “leyenda negra” no deja de basarse en algunos hechos reales, que hábilmente exagerados y utilizados por quienes tenían intereses enfrentados a la corona española, consiguieron un éxito indudable, pues aún perduran sus efectos.

Es por eso que, en relación con algunos aspectos de la conquista americana, nos posicionaremos intentando poner nuestro grano de arena en el adecuado entendimiento de tales hechos. Para ello resulta imprescindible juzgar las actuaciones con los ojos del tiempo en el que ocurren los acontecimientos, intentado entender las acciones humanas en el marco temporal en que se producen y, por tanto, con arreglo a las circunstancias del tiempo en que tienen lugar y no con la “superioridad moral” de estos tiempos que, no lo olvidemos, en unos años serán también historia.

También ha de tenerse en cuenta que no se puede juzgar como unos pocos hispanos que van a las indias y someten a millones de personas sin más. Pues, como ha ocurrido en la creación de cuantos imperios han existido, una parte de los habitantes del nuevo mundo, a la llegada de los españoles, estaba sometiendo de forma sumamente gravosa a otros pueblos indígenas; y, como es natural, estos pueblos sometidos ven en la llegada de los españoles un camino de redención por lo que colaboran con estos para desalojar del poder a los pueblos dominantes. Así, pues, debe verse, también, como una lucha interna entre los distintos habitantes del nuevo mundo, en cuya lucha la intervención española se impone, pero los pueblos que le apoyan obtienen una mejor condición que los que se le oponen (nada nuevo, igual había sucedido en Hispania a la llegada de los romanos).

Con tales premisas, si bien es cierto que se produjeron importantes abusos por parte de los encomenderos, no lo es menos que se alzaron, enseguida, voces contra tales abusos, el memorable sermón del Padre Montesinos en la Catedral de Santo Domingo, en la que se dirigía a los encomenderos españoles en los siguientes términos: “Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas? ¿cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarles en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis por sacar y adquirir oro cada día?. ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine y conozcan a su Dios y criador, sean bautizados, oigan misa, guarden las fiestas y los domingos?. ¿Estos no son hombres? ¿no tienen ánimas racionales?. ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos?

Estas frases de un sermón en la catedral primada de América tuvieron una enorme resonancia y trasladaron la polémica a la metropolí creando problemas de conciencia que incluso hicieron que se plantease la posibilidad de abandonar la conquista de los nuevos territorios (aunque inmediatamente fuese desechada por el propio emperador). Pero la duda perduró durante gran parte del siglo XVI, dando lugar a la famosa “polémica de los justos títulos” que tuvo sus máximos exponentes en Sepúlveda y el Padre Las Casas. Ninguno de los países que apoyaron la famosa “leyenda negra” se planteó cuestiones similares en sus territorios de conquista; es más, mientras en la América hispana el mestizaje es una realidad que aún perdura, en la parte de colonización anglosajona y francesa del continente americano se siguió una política de exterminio que, sin embargo, goza de mucha mejor prensa en la actualidad. Será que la historia la escriben los vencedores, pero una mirada a los documentos históricos y jurídicos de la época ayudarían a una más justa interpretación de tal período histórico que, como todos, tuvo sus virtudes y defectos.