Discos duros y autos: cada cuál más desaparecido


Navegando cual náufrago a la deriva entre noticias que me inspirasen para escribir un post, me he topado con la desaparición de unos autos que versan sobre la desaparición de unos discos duros , y aunque esté mal decirlo, no ha sido el protagonista ni el hecho lo que han captado mi atención, sino el fenómeno de evanescencia que parece afectar al asunto desde sus inicios.

Por poner de manifiesto unos sucintos antecedentes, allá por 2013, a Bárcenas le desaparecieron unos portátiles, a los cuales les desaparecieron igualmente los discos duros y los datos que contenían. Tras denunciarlo y comenzar la subsiguiente investigación, esa enfermedad ha vuelto a atacar, pero ahora afectando a los mismos autos mediante los cuales se instruye el caso. Ni Houdini, vamos.

Los autos son, ni más ni menos, todo el conjunto de papeles a través de los que se articula el procedimiento judicial, que se recopilan formando uno o varios libros, según el volumen. Lo contienen todo, hasta el punto que decían los clásicos que lo que no estuviese contenido en ello, no existía en el procedimiento. Y cuando digo todo, me refiero a todo. En los autos figura desde la denuncia o querella con la que se inicia el procedimiento hasta los papelitos de color rosa que da Correos como justificante de entrega de las cartas certificadas, las resoluciones que pueda ir dictando el juez o el secretario judicial a lo largo del procedimiento y todos aquellos documentos que las partes quieran, o deban, ir aportando. 

La relevancia de los autos es máxima puesto que, al final, cuando un juez vaya a tener que dictar sentencia, lo primero que va a tener que hacer es leérselos, si no lo ha hecho antes, pues, si no sabe de qué va el asunto, poco bien va a poder decidir.

En algunas ocasiones, raras por lo demás, los autos bien desaparecen o bien son mutilados y hace falta reconstruirlos. La mutilación hace referencia a que, por cualquier causa, pierdan su integridad, es decir, que falte algo, ya sea mucho o poco. La desaparición es más fácil aún de explicar, aunque difícil de justificar, al comportar, sencillamente, que no están donde deberían (y teniendo en cuenta la sobrecarga de trabajo que tienen la mayor parte de juzgados resulta extraño que no desaparezcan más a menudo). Habitualmente, todos los documentos están controlados y se sabe quien los tiene en cada momento, ya sean el juez, los funcionarios o cualquiera de los abogados, pero algunas veces a los autos parece ser que les crecen patas y deciden recorrer mundo. En este caso concreto les debieron crecer mientras viajaban desde el juzgado a la Audiencia (aunque parezca mentira, sí, todos los documentos se trasladan físicamente de una sede a otra, que estas cosas tan modernas de internet no siempre funcionan, y menos en los juzgados).

Para estos casos en los que desaparecen, la Ley de Enjuiciamiento Civil, que es norma procesal básica tanto para procedimientos civiles como penales, recoge un procedimiento específico, “De la reconstrucción de los autos”, en los artículos 232 y siguientes, que en principio no plantea más problema que el tener que incordiar a unos y a otros para que se presenten en el juzgado con todos los documentos que tengan. Como nuestra ley procesal es garantista, casi hasta el absurdo, de cada papel se hacen copias: que se declara ante Su Señoría, todos los presentes firman el documento que se adjunta a los autos y se les da una copia; que alguien presenta un escrito, lo tiene que presentar con copias suficientes como para quedarse con una, otra para el juzgado y otra para cada una de las partes; y si se dicta una resolución, se mandan tantas copias como partes en el proceso. Un jaleo de papel que garantiza que siempre se pueda encontrar a alguien que tiene una de esas copias cuando todas las demás han desaparecido.

Sin embargo, en alarde de esas garantías obsesivas de la ley, el procedimiento exige que se convoque a todo el mundo y que puedan manifestar su conformidad o disconformidad sobre la exactitud de los escritos presentados por todos los demás, lo que conlleva, indefectiblemente, que si alguien tiene ganas de retrasar el asunto, lo pueda hacer fácilmente.

Al final, no obstante, los autos se acaban reconstruyendo y el procedimiento original sigue su curso. Pero también, en algunos casos, se ha dado la circunstancia de que, una vez reconstruidos los autos, los originales reaparecen… Será que no hay nada como el hogar…