Hay cosas que se ven venir desde lejos y, cuando llegan, a nadie sorprenden. Lo mismo sucede cuando un amigo te presenta a su nueva pareja y la (mala) conciencia no te deja decir en alto lo que piensas: esto va a durar cuatro días.

Los políticos catalanes llevaban tiempo avisando con presentar la demanda de divorcio express en cuanto tuviesen oportunidad, conque el que hoy, definitivamente, la hayan presentado no puede pillar a nadie con el pie cambiado.

El símil entre una demanda de divorcio express y la decisión que se ha tomado esta mañana en el Parlamento de Cataluña es plenamente intencionada.

En primer lugar, el símil se aprovecha del retruécano de plantear una demanda de independencia a través de una declaración mediante las normas constitucionales, y conforme a ellas, que se indica que se van a incumplir. Entiendo yo que, si te independizas, poco te puede importar hacer las cosas bien o conforme a Derecho puesto que te vas con un portazo, sin mirar atrás y sin preocuparte por el qué dirán.

Además, es un divorcio, dado que no hay forma de articularlo de ninguna otra forma. Es un “ya no te quiero y me sobras”; un liarse la manta a la cabeza y cerrar una etapa para abrir otra. Nuestro ordenamiento jurídico reconoce esa posibilidad en el ámbito conyugal, al no hacer falta, para el divorcio, nada más que la voluntad de uno de los cónyuges, el haber estado casado tres meses y una propuesta de convenio regulador. En la presente situación se reúnen todos los requisitos: la voluntad del Parlamento de la Comunidad Autónoma de Cataluña, la unión por muchos años y la propuesta de convenio. Si bien hay que reconocer que resulta un poco raro el que se acuerde la tramitación de las normas que han de regir el proceso constituyente, la seguridad social y la hacienda pública, lo que vendría a configurar un protoconvenio regulador, no es menos raro que lo único que interese en ese convenio sea repartirse el dinero, pues, normalmente, lo primero suele ser ver qué se hace con los niños, quién se los queda y cómo nos organizamos. Diera la impresión de que, desde hoy, quien tenga un pie en Cataluña, es catalán y quien no lo tenga, es español. Luego ya saldrán los problemas con la custodia compartida de los niños que quieran irse de vacaciones a Murcia, por ejemplo.

El que este divorcio tiene la condición de express se aprecia en la premura de la declaración. En 30 días se inicia la tramitación de las nuevas leyes y aquí paz y después gloria, como si por arte de birlibirloque fuese a surgir un Estado de la nada que pueda satisfacer las necesidades de todos los interesados. Me recuerda al “patadón y parriba” y, al llegar arriba, ya veremos…

Otra de las características curiosas de este divorcio express se encuentra en la negativa a aceptar las decisiones del juzgado, que además es único y resulta ser el más capacitado. De vez en cuando he presenciado la misma actitud: “¿cómo que esto no lo va a aceptar el juzgado?” “No, señor@, en estos términos no hay forma. Tendremos que pedir otra cosa parecida para que esto funcione. Pero así, no.” También está el caso de que a mitad del procedimiento el cliente pregunte si podemos cambiar de juzgado porque cree que el juez le ha mirado mal o no le va a dar todo lo que quiere o porque a la vecina del pueblo le fue mejor en otro tribunal… Como pedir es gratis, pues que por eso no quede.

Como en todo divorcio express que se precie, el afectado es el último en enterarse. Primero se entera el abogado, luego el juzgado y, por fin y último, el afectado, que con buen tino, en previsión, ha preferido hacer oídos sordos a las diferentes cartas, certificados y burofax que se le han enviado. Es el momento en que, muy digno él, decide tomar cartas en el asunto y hacer todo lo posible por encauzar la situación. Pero un matrimonio no se arregla así como así, hace falta tiempo y esfuerzo, y darse cuenta de que, una vez que se está ante el Juez, lo mejor es discutir los términos del acuerdo y tener la custodia compartida de los niños antes que no volver a verlos.

Pero, todo sea dicho y sin perjuicio de lo anterior, no os imagináis la cantidad de divorcios que se inician y no se acaban por concederse los interesados la última oportunidad. Y, a veces, hasta consiguen hacerlo funcionar.