¿Hay que cambiar la Constitución?


cambio constitución españolaLa vigente Constitución incluye, en su preámbulo, una evidente manifestación del principio rupturista, con un contenido que expresa esa idea de ruptura; así lo manifestaba el profesor Morodo, uno de los autores de la iniciativa para incluir el preámbulo en la Carta Magna. Es importante resaltar este hecho porque el contenido del preámbulo implica el citado principio rupturista, lo que conlleva que la Constitución es obra de un poder constituyente originario, unas Cortes Generales con tales atribuciones, emanadas de unas elecciones libres convocadas a tal fin, pese a no decirlo expresamente.

El hecho de que se confiera dicho carácter de poder constituyente originario al que elaboró la Constitución en 1978 conduce a que el respeto al principio democrático nos obligue, ahora, a que cualquier modificación de la Constitución deba hacerse siguiendo las pautas de modificación que la propia Constitución establece; salvo, claro está, que deseemos entrar en una espiral rupturista que conduzca a crear un nuevo poder constituyente que haga tabla rasa de lo conseguido hasta ahora.

Llegados a este punto, convendría repasar nuestra historia constitucional para darnos cuenta de la dinámica decimonónica de establecimiento de nuevas Constituciones casi con cada cambio de Gobierno, lo que condujo a este país a un retraso que, parcialmente, todavía arrastramos. Por ello, si es necesario (y probablemente lo sea en varios puntos), reformemos la Constitución pero dentro del marco que la misma señala, pues el mejor valor que aporta la Constitución de 1978 es, precisamente, el valor del consenso… al que obliga para su modificación, si se trata de aspectos especialmente relevantes.

No olvidemos que esta Constitución deja un amplio margen a la interpretación, su lenguajes es lo suficientemente ambiguo como para que una segunda lectura haga posible el encaje constitucional de la mayor parte de las justas reivindicaciones que se plantean al respecto en la actualidad. Por ello, antes de reformar, tal vez sea conveniente releer, para que la reforma se limite a lo que, de verdad, sea necesario modificar.

Es cierto que la Constitución es mejorable, y que probablemente debe adaptarse en algunos aspectos a los cambios sociológicos producidos en la sociedad española en estos treinta y cinco años. Pero no es menos cierto que estamos ante una buena Constitución, que ha representado un pacto social entre los españoles desconocido en siglos, y que ha propiciado un desarrollo cultural, social y económico como no habíamos conocido antes como sociedad. Por ello, creo que podemos hablar de modificar la Constitución, seguro que es conveniente; pero debe hacerse desde el respeto a la obra de este pueblo que representó un modelo imitado en todo el mundo como camino de la dictadura a la democracia desde el acuerdo entre los diversos sectores sociales.

La Constitución vigente no es de nadie, porque es de todos, y no debemos permitir que ciertas “modas políticas” nos lleven a una patrimonialización por unos pocos de un bien común que a todos nos pertenecen. La radicalización de algunos grupos sociales está haciendo que otros grupos se estén apropiando de la Constitución de todos; esta democracia se consiguió con el esfuerzo y la aportación de todos y a todos nos pertenece, que nadie se haga dueño del patrimonio común, para lo que es aconsejable que todos la leamos con atención y después analicemos qué queremos cambiar, manteniendo lo sustancial.