Hoy en día nos encontramos cada vez más preocupados por la protección del medio ambiente, por intentar encajar nuestra forma de vida con las necesidades del planeta sin destrozarlo. Nos preocupan los vertidos, la contaminación, queremos productos naturales y buscamos la pureza del aire allí donde vivimos.
Esta preocupación se “institucionalizó” en los primeros años 70 del siglo pasado. Veníamos de un desarrollismo feroz impulsado en los años 50 y 60, en los que todo estaba permitido en aras del progreso. El punto de inflexión fue en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano de Estocolmo de 1972, donde se puso de manifiesto por primera vez el peligro del desarrollismo descontrolado y la necesidad de preservar el medio ambiente, fijándose el derecho al disfrute de unas condiciones de vida adecuadas en un medio ambiente de calidad y estableciéndose la obligación de proteger y mejorar el medio ambiente para las generaciones presentes y futuras.
No es hasta el año 1987 cuando se fija como propuesta para preservar el medio ambiente la idea del “desarrollo sostenible” en el Informe Brudtland. Se define como “Satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las generaciones del futuro para atender sus propias necesidades”. De este informe surge la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de Río de Janeiro de 1992 donde se declara que “El derecho al desarrollo debe ejercerse en forma tal que responda equitativamente a las necesidades de desarrollo y ambientales de las generaciones presentes y futuras”.
Posteriormente se han emitido más informes y se han celebrado nuevas Conferencias de las Naciones Unidas, que con mayor o menor fortuna, han seguido considerando al desarrollo sostenible como elemento clave de la protección de le medio ambiente.
Sin embargo, la mejor definición que podemos encontrar no está en ninguna ley ni en ningún informe. Está en el discurso que de Miguel Delibes escribió y leyó el 25 de mayo de 1975 con motivo de su entrada en la Real Academia Española para ocupar el sillón “e”. Se titula “El sentido del progreso desde mi obra”
Aludía el escritor vallisoletano (gran conocedor de la fauna y de la flora y apasionado por la naturaleza) al conflicto histórico entre el progreso humano y la naturaleza. En su discurso, digno de una lectura completa, critica el desarrollismo descontrolado y define y defiende el concepto de “desarrollo sostenible” que años antes se acuñaría en el Informe Brudtland como ya hemos visto. El discurso fue rompedor y en cierto modo revolucionario, ya que refleja el concepto moderno de protección de la naturaleza antes de que se empezara a aplicar por las instituciones:
“Han sido suficientes cinco lustros para demostrar lo contrario, esto es, que el verdadero progresismo no estriba en un desarrollo ilimitado y competitivo, ni en fabricar cada día más cosas, ni en inventar necesidades al hombre, ni en destruir la Naturaleza, ni en sostener a un tercio de la Humanidad en el delirio del despilfarro mientras los otros dos tercios se mueren de hambre, sino en racionalizar la utilización de la técnica, facilitar el acceso de toda la comunidad a lo necesario, revitalizar los valores humanos, hoy en crisis, y establecer las relaciones Hombre- Naturaleza en un plano de concordia”.
¿Fue Delibes un “influencer” del Informe Brudtland? No se sabe.
De lo que no hay ninguna duda es que no hay mejor manera de aproximarse al derecho ambiental y al desarrollo sostenible que a través de Miguel Delibes.
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