Ayer por la tarde agarré la Constitución y me puse a leerla. No es muy larga, sólo 169 artículos, así que en un par de horas la tenía finiquitada. ¡Vaya entretenimiento para una tarde de domingo!, pensaréis algunos. Pues sí… Y todo por intentar encontrar algo de sentido a la situación actual.
No llegaré a decir que la lectura de una Ley es entretenida, ni siquiera por tratarse de la lectura de nuestra norma primigenia se hace entretenida pero lo que no puedo negar es que siempre me permite darle una nueva perspectiva a la situación política. Y me explico.
Según vas leyendo la Constitución, te vas topando con artículos que, de forma breve y concisa, estructuran el Estado y sus poderes, nuestros derechos y los principios generales de nuestra sociedad. No, no hay grandes sorpresas pero sí hay cosas que se olvidan.
Para muestra, un botón. El art. 66.1º CE reza lo siguiente: “las Cortes Generales representan al pueblo español y están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado”. A día de hoy, pongo en tela de juicio si las Cortes verdaderamente representan al pueblo español o si lo caricaturizan, decantándome por el momento por la segunda opción.
Poco más adelante, dice el art. 68.1º CE que “el Congreso se compone de un mínimo de 300 y un máximo de 400 Diputados, elegidos por sufragio universal, libre, igual, directo y secreto, en los términos que establezca la ley”. He de reconocer que este punto siempre me ha parecido un chiste. Primero, porque no sé para qué necesitamos tanto Diputado si al llegar el momento de votar uno en la primera fila de la bancada les marca a todos los demás lo que tienen que hacer. Para eso más fácil sería que uno de ellos votase por los otros de su mismo grupo y ya nos ahorramos unos cuantos sueldos. En segundo lugar, porque lo del sufragio igualitario tiene sorna cuando lo entiendes al amparo de la Ley D’Hont .
Trasegando artículos, llegamos hasta el art. 101.2º CE: “el Gobierno cesante continuará en funciones hasta la toma de posesión del nuevo Gobierno”. En definitiva, la traducción viene a ser que Gobierno siempre hay, ya sea elegido o en funciones, pero si bien sabemos cuanto tiempo dura un Gobierno (os recuerdo, máximo 4 años, que es el período entre elecciones generales) a nadie se le ocurrió ponerle término al Gobierno en funciones. Creo que a nadie en su día tampoco se le ocurrió que llegaríamos a tener los políticos actuales pues no le hecho la culpa de la situación actual al sistema sino a los políticos.
Tras leer la Constitución, me entró un cierto desconsuelo y bastante desazón porque las respuestas que andaba buscando no dieron lugar más que a nuevas preguntas. Según interpreto la situación política, la nueva ronda de consultas no va a dar fruto alguno de forma que nos vemos avocados a la celebración de nuevas elecciones que, según parece, van a solucionar todos nuestros problemas pues el pueblo español, en su sabiduría, va a votar algo distinto a lo ya votado hace tres meses. Pero, y sin poner en duda la sabiduría del pueblo, ¿qué ocurriría si votamos lo mismo? ¿qué ocurriría si, tras gastarnos un dineral en unas nuevas elecciones, obtenemos unos flamantes nuevos Diputados incapaces de hacer su trabajo? La única respuesta que me viene a la cabeza deriva en un círculo vicioso de consultas, investiduras fallidas, elecciones y vuelta a empezar sin solución de continuidad. Quizás ahora más que nunca convenga releer el Ensayo sobre la lucidez de José Saramago.
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