La categoría de delito económico incluye tantos tipos penales que el sentido común ayuda más que la pureza técnica para identificarlo.

La definición del delito económico da problemas pues el Código Penal, en este punto en concreto, nos plantea más trabas que ayudas nos ofrece pues, en efecto, el delito económico no está tipificado, no aparece en la Ley, sino que se trata de una simplificación simplona y paralegal del conjunto de delitos contenidos en el Título XIII del Código Penal, relativo a los “Delitos contra el patrimonio y contra el orden socioeconómico” , que incluye desde el hurto hasta el blanqueo de capitales.

El sentido común nos indica que un delito económico tiene que estar relacionado con la economía. Ahora bien, la Economía como ciencia bien poco se puede ver afectada por un delito por lo que, en consecuencia, tendremos que entender la referencia a la economía como una indicación de administración y gestión eficaz y, pretendidamente, eficiente de los recursos escasos.

Sin embargo, el Código Penal no refiere el delito económico a pelo sino que habla de los delitos contra el orden socioeconómico de forma que el delito económico habría que caracterizarlo a través de dos notas particulares: su repercusión social y en la sociedad, y la disrupción del orden existente.

No obstante lo anterior, en nuestro día a día nos encontramos con que el concepto de delito económico se extiende más allá, se da de sí, para incluir todos aquellos otros delitos que se ven marcados por la distracción del dinero de su legítimo destino, de forma que metemos en el mismo saco tanto los delitos de financiación ilegal de los partidos políticos como los delitos contra la Hacienda Pública y la Seguridad Social.

La existencia y realidad de los delitos económicos, sin embargo, no es algo nuevo. No podemos sostener, manteniendo la cara seria, que ha sido en los últimos 10 años cuando las empresas han descubierto la forma de eludir el pago de impuestos, o que en un alarde de creatividad han ideado nuevas maneras de hacer su contabilidad, ni se nos puede ocurrir pensar que ha sido recientemente cuando la gente ha descubierto las ventajas de llevarse a cenar reiteradamente al politicastro de turno. Antes bien, quitándonos la venda de los ojos, o no se perseguían estas conductas o se hacían de forma más discreta.

En Valencia tenemos el mejor ejemplo. Leyendo periódicos me encuentro con que Fiscalía destapa una nueva trama de corrupción . Y ya he perdido la cuenta de las que llevan, bien les podéis preguntar a los compañeros del despacho de abogados Sánchez Guardiola de Valencia , por si ellos, al estar sobre el terreno, conocen más del tema.